EL LESBIANISMO



Lesbiana es una mujer que se siente atraída romántica, afectiva y/o sexualmente hacia personas de su mismo.

La terminación -ismo en lesbianismo implicaba (el sufijo -ismo indica «partidario de») la idea de que la organización comunitaria de los homosexuales tendía a la promoción de sus conductas; al irse apartando la sociedad de la creencia de que la homosexualidad es voluntaria, se fue imponiendo «homosexualidad» sobre «homosexualismo».

Existe una historia bíblica que se trata de amor familiar, entre Ruth y Noemí. Pero también se puede confundir como una viva declaración de amor en sentido más explícito

Censura por omisión

En la mayoría de las culturas, las lesbianas han sido consideradas como inexistentes, a diferencia de la homosexualidad masculina que, aunque no era tolerada, al menos sí era reconocida.

Las mujeres han sido perseguidas por adúlteras y por prostitutas, pero en muy raras ocasiones por su orientación sexual.

Pudiera afirmarse entonces que a las lesbianas las han marginado por omisión, precisamente. Bastaría uno de tantos ejemplos para ilustrarnos.


Uno pudiera remitirnos al siglo XIX, cuando se declaró ilegal la homosexualidad en Inglaterra. El lesbianismo escapó a tal prohibición porque la reina Victoria se negó a reconocer su existencia.

La gran desventaja de dicha “invisibilidad” fue el olvido de las necesidades de estas mujeres, que a lo largo de la historia han carecido de modelos de referencia para su estilo de vida.

Y también que muy recientemente, alrededor de la década del 70 e impulsadas por el auge del movimiento gay, fue que mujeres con las mismas tendencias homosexuales decidieran unirse y hacer pública una realidad tan antigua como la humanidad misma, para reclamar sus derechos en una sociedad que las excluía.


¿Mujer contra mujer?

Dos mujeres se pasean tomadas de la mano. Conversan y se acarician. Se cuentan sus intimidades en un cuarto e incluso duermen juntas.

Puede permanecer abrazadas durante mucho tiempo. Ofrecerse el hombro para llorar en innumerables ocasiones.


Besarse en las mejillas, acariciarse el pelo, jugar de manos, embellecerse juntas. ¿Son lesbianas? No precisamente.

Pero también podrían serlo. ¿Existiría alguna diferencia si fueran o no homosexuales? Pues no habría ninguna.


El lesbianismo tiene más componentes afectivos que genitales. Y es, precisamente este aspecto, la gran diferencia con el hombre homosexual, quien desea poseer o ser poseído por otro hombre, y uno de ellos expresará conductas femeninas, uno (o ambos) tendrá una carga emocional de culpa o sensación de que será traicionado.

Por eso, tal vez, las estadísticas indiquen que las relaciones entre lesbianas tienen mayor duración; o sea, que son más estables en el tiempo.




Adolescencia, admiración y tendencias

Sería justo aclarar una vez más que el lesbianismo no es una enfermedad, tanto como tampoco lo es el homosexualismo. En ambos casos hablamos de un comportamiento, de un cambio en el objeto sexual.

O sea, en lugar de atraerles el sexo contrario, optan como objeto por uno del propio, lo que por cierto no está exento de problemas, sobre todo por la no aceptación social.

En la etapa de pubertad y adolescencia se presenta una crisis de identidad de género, donde el muchacho pueda pensar que es homosexual porque le atrae el físico o los logros de un amigo o compañero, al igual que en la joven adolescente.

Según los especialistas, “en esa etapa es normal que ocurra esa confusión de género, pero si el joven o la muchacha son debidamente orientados y entienden que ella es producto de una admiración exagerada, más que un placer por el cuerpo o logros de alguien del mismo género, todo pasará sin complicaciones”

La identidad del género se supera recién después de los 19 años, por lo que durante casi toda su juventud el joven podrá tener esa duda respecto a su sexualidad.

Es ahí donde los padres tienen un rol fundamental, de manera que los jóvenes, mujeres u hombres, acudan a un psicólogo para recibir apoyo.

Ello, porque algunos se crean un sentimiento de culpa tan enorme que llegan a odiarse a sí mismos por ser “anormales”, generado más por el entorno social que por el individuo en sí.

Pues no hay nada “anormal” en ellos. Tan solo conforman parte de una minoría en cuanto al tema, y solo en cuanto a este, de la sexualidad propiamente dicha.


Rasgos históricos y evolución

Podríamos especular que el lesbianismo existe desde que existe la humanidad.

Es imposible determinar en qué momento preciso surgió la primera relación lésbica, pero ciertos documentos históricos nos permiten hacernos una idea de cómo ha ido evolucionando este tema.


Ya en el Código de Hammurabi (¡sí, no se asombre!), en tan lejana fecha como el 1770 a.C., aparece la salzikrum, una figura que caracteriza a una mujer-hombre que podía tener una o varias esposas y cuya denominación significa hija-varón.

En Grecia y en la antigua Roma el lesbianismo era aceptado con normalidad. En Roma, por ejemplo, existían baños públicos para mujeres que, a pesar de estar casadas, deseaban mantener contactos sexuales con otras mujeres.

Estos baños contaban con las esclavas felatoras, que satisfacían sus deseos lésbicos. También existe constancia de bodas entre mujeres.

De la Edad Media solo se conocen contados casos de lesbianismo a través de los archivos eclesiásticos. Edad oscura para las letras y la verdad. En los textos se recopilan denuncias, condenas y sermones.

San Ambrosio, en el siglo IV, calificó el deseo de unas mujeres por otras de acto lujurioso; San Crisóstomo lo calificó de vergonzoso.

Siglos después, San Anselmo se refería a la relación sexual entre mujeres como un atentado contra la naturaleza; y en el mismo sentido se pronunciaría Pedro Abelardo.






Santo Tomás estableció como uno de los vicios contra natura la cópula entre hembra y hembra. Posteriormente muchos teólogos se basarían en Santo Tomás para condenar el lesbianismo como un pecado de lujuria.

En diez siglos de documentación solo existe una docena de alusiones a la homosexualidad femenina y siempre están ligadas a la condena eclesiástica, la herejía o la brujería.













por: Licda. Norma Anyelina Perez

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